El cuarto y último tomo de La balada del norte es el final de una revolución efímera. Con Largo Caballero en prisión, Indalecio Prieto en Francia y muchos otros rebeldes muertos o escondidos, los protagonistas de esta historia vagan por las montañas de Asturias en un invierno frío de derrota. Estas páginas amueblan el vestíbulo de una casa en ruinas, el hogar roto y vaciado de la guerra civil española de 1936. Para comprender cuánto odio se acumulaba en aquellas habitaciones, cuánta rabia y dolor albergaban sus estancias, hay que pasar antes por aquí.
El escritor Óscar Esquivias asegura que “La balada del norte se cierra magistralmente en el momento preciso en que debe hacerlo. Zapico ha sido muy sabio al dar a los personajes las páginas que necesitaban para mostrar su desbordante humanidad, explicar sus dilemas íntimos y contar la Revolución de Asturias con todos sus matices”. Para Esquivias, “Zapico ha compuesto una sinfonía en la que cada uno de los cuatro volúmenes es un movimiento dotado de personalidad propia que, a la vez, se integra perfectamente en el conjunto. Uno escucha profundamente conmovido esa música que parece infinita porque el silencio que sigue a la última nota también pertenece a la obra”.