Hopkins despertó en un hospital sin saber por qué estaba allí. Los últimos seis meses de su vida habían desaparecido. No tenía recuerdos, solo la sensación de que algo no encajaba.
Para orientarse, ideó un sistema: el juego de Memory. Cada persona recibía una pieza, y él conservaba la otra. Si encajaban, confiaba. Si no, desaparecía. Durante un tiempo funcionó. Hasta que un paquete anónimo llegó a su puerta: ocho piezas y un mensaje inquietante.