Violaron a su Madre, Tierra, y la encadenaron con brujería. Pero no sabían el destino que se habían buscado. A medida que la podredumbre se apoderaba de Ella, sus hijos se desgarraban los unos a los otros, merodeaban por sus huecos putrefactos y engendraban abominaciones. Pasaron los siglos. Algunos linajes de hombres se volvieron monstruosos. Otros se debilitaron. La esclavitud y la desesperanza proliferaron. Los hombres más fuertes, directos descendientes de la Madre, crecieron en poder y tamaño. Era una época de dominación en la que reinaba la ley del más cruel. Finalmente, un hombre, casi un dios incluso entre estos titanes, aplastó a todos bajo su pie. Todos se arrodillaron ante este Tirano que gobernaría hasta que nada se moviera en las Llanuras Muertas, ni siquiera los propios dioses. Y, sin embargo, aún queda una esperanza para la Madre. Aún queda el ODIO.