Lucius Murena ha regresado al palacio. Su memoria aún titubea, pero las drogas que Lemuria le suministró se van disipando poco a poco, al igual que las dudas de Nerón sobre la implicación de su amigo en el complot contra él. Sin embargo, el secreto que rodea la identidad de la Hidra desconcierta al emperador, presa de delirios cada vez más frecuentes que lo llevan lentamente al borde de la locura. La sombra de la conspiración, que continúa extendiéndose sobre Roma, también hace tambalearse la razón de Nerón: mientras el lazo se aprieta, ofrece plenos poderes a Tigelino, su ambicioso secuaz. Atrapado entre una mujer obsesionada y un emperador que todavía duda de su sinceridad, ¿tomará Murena las decisiones correctas?