Entre los soldados y los altos mandos del Ejército Imperial reina la inacción y un sentimiento de ingenuo optimismo. La única persona que es consciente del peligro que acecha es la mayor. Preocupada por la situación, Degurechaff se dirige a la capital del Imperio, donde se respira un ambiente festivo, para asegurarse del que el Estado Mayor no se ha dormido en los laureles. Sin embargo, al llegar allí y ver lo que sucede, se le caerá el alma a los pies...